Monday, August 27, 2007


Dejaron la luz prendida.
Nunca dejaban la luz prendida, siempre cuidadosos de no desperdiciar los recursos naturales. Por eso me sorprendió cuando día tras día, la luz de la entrada se quedó encendida, día y noche. Nunca se olvidaban de sacar el cesto de la basura, lunes y jueves por la noche, para la recolección del día siguiente, por eso me extrañó notar que el cesto cesó de aparecer por completo en la acera de su hogar.
Estarán enfermos, nos preguntamos. Pero nadie se atrevió a tocar a su puerta. Eran personas muy privadas. El césped se cortaba regularmente y la luz del porche, seguía prendida. La figura encorvada de traje gris y kippa que llevaba unos números verdosos tatuados en el antebrazo, vívida prueba de su triste historia, se esfumó por completo de la colonia. El carro del año, lustroso y mal estacionado a media calle, desapareció al poco de anunciarse que estaba a la venta.
Nos enteramos que a los hijos les faltaba el tiempo para hacerse cargo de ellos, y los mandaron a un asilo de ancianos. De la noche a la mañana, sin previo aviso. Poco a poco esos mismos hijos de quienes ellos estaban tan orgullosos, fueron sacando sus ropas en hatillos que les entregaban en sus cortas visitas semanales acompañados de periódicos viejos y repostería polaca. Ellos se sentaron de la mano a esperar la muerte. No preguntaron por su casa ni recordaron haber dejado la luz prendida.