Correspondencia
Ayer di respuesta
a una carta recibida hace casi un año.
Es una vergüenza que en esta era de comunicación instantánea me haya
tomado tanto tiempo responder a la misiva.
Quise congraciarme con el remitente y contestar de mi propio puño y
letra como se hacía en antaño, pero me tomó once meses tener la disciplina de
sentarme y escribir tres cuartillas.
Recordé como de jovencita me carteaba con niñas de otros países de
Latinoamérica y la alegría que sentía cuando el cartero entregaba esos sobres
de papel cebolla adornados con franjitas del color de la bandera francesa y
unas letras azules de molde que anunciaban ‘Correo Aéreo’.
Se me vino a la
mente otra carta; una que me enseñaron hace tres semanas, escrita por el abuelo de mi
esposo y dirigida a sus cuñados cuando se enteró que su esposa padecía de cáncer
en el colón. La carta, escrita en Marzo
de 1949, quedó nítidamente preservada entre
las páginas de un libro. La destinataria de dicha misiva se hizo vieja y murió
casi a los noventa años. Cuando los hijos limpiaban sus pertenencias, se
encontraron la carta y decidieron regresarla a sus primos, los tíos de mi
marido e hijos del remitente. Es una carta escrita por un hombre sencillo y
trabajador. Las palabras de un hombre enamorado agobiado por la muerte
inminente de la madre de sus hijos. Ella murió a los seis meses de que se escribió
esta carta, y el
abuelo de mi esposo falleció en 1963; por supuesto nunca llegué a conocerlo. Sin
embargo, por medio de esta carta sencilla y emotiva, se ha ganado todo mi
respeto y admiración. Los textos del
celular que utilizamos para comunicarnos hoy en día no surten el mismo efecto. Otro arte que muere en aras de la tecnología.
QEPD la correspondencia antigua.