Wednesday, April 13, 2016

Por fin pude volar!


Imagínate que puedes volar.  Imagínate que eres Superman.  Imagínate que puedes desafiar las reglas de la gravedad y puedes elevarte por los cielos.  Pues resulta que no, no es posible hacerlo, pero puedes simular todo lo anterior adentrándote en un túnel de viento. 

No soy una persona que busque las actividades de alta emoción o sobredosis de adrenalina pero siento que me falta mucho por vivir y el tiempo corre y corre sin vuelta atrás.  Tengo cincuenta y pico de años y mi salud es buena, mi condición física regular y mis deseos de nuevas experiencias insaciable.  Mi esposo e hija planean una caída libre en un paracaídas, pero yo no soy tan aventurera. Me conformo con la simulación en un ambiente controlado. Sonriendo de oreja a oreja, les cuento que fue una experiencia inolvidable.

El vuelo es corto, apenas un minuto pero para ser la primera vez, fue más que suficiente.  Nuestro boleto incluía dos turnos. El primero para aclimatarse y el segundo para subir y bajar, ¡emocionante!

En ningún momento sentí temor, mucho menos cuando vi a un par de niños de escasos seis años en fila para su turno. Este hecho me hizo pensar en otras cosas menos positivas. Si cuando cumplen seis años les haces una fiesta donde pueden volar, ¿que tendrás que darles cuando cumplan doce, un viaje a la luna? Sin embargo, heme aquí, con la misma emoción que los pequeños, la mujer cincuentona que apenas va a probarlo por primera vez.

Considero que una de mis cualidades es la capacidad de disfrutar cada momento como si fuera el último y el desafiar la gravedad en condiciones controladas fue la realización de un sueño (véase la entrada del complejo de Peter Pan, Mayo 11, 2015)

En pocos meses abrirán un túnel de aire en San Antonio.  ¡Ya tenemos boletos para ir! ¿gustan?

Wednesday, April 6, 2016

Palabras



He tenido abandonado este sitio por la falta de disciplina. Aquí incluyo el segmento de un cuento incompleto que todavía no sé hacia donde me lleva… Saludos.

Nadie se dio cuenta cuando empezó a leer en voz alta.  

Empezó a leer en voz alta porque decía que las palabras se le escapaban entre los laberintos del cerebro. Corrían más rápido que su pensamiento y no lograba atraparlas. Pensó que si las tenía desperdigadas por la casa, sería más fácil echar mano de ellas durante sus sesiones de escritura.  Como tiras de pasta a medio coser, quería ver las palabras embadurnando las paredes, y fue culpa de Guillerom Jimenez pues empezó con el poético libro de Zapotlán. Después siguió con la Biblia, Cien Años de Soledad, El Corazón de Piedra Verde y una traducción mal hecha de Ana Karenina.  Se le quedaron las palabras sosas y descompuestas sobre la superficie de las paredes y no alcanzaba a ver aquellas bien puestas de las primeras lecturas, como cuando una nube negra cubre el cielo diáfano y no le quedó más remedio que volver a leer a Guillermo Jiménez, como quien lava la mugre de una mesa y pone un mantel nuevo para vestir la casa de fiesta.  Se le quedaron clavelina, cabala, caminchin, mistela, y otras palabras domingueras, pero también disfrutó de la harmonía musical de las oraciones bien formadas como un canto sacro,  a veces las veía sensuales como curvas de mujer desnuda. 

Los familiares que debieron preocuparse por ella un poco más no lo hicieron y con el tiempo, ella fue perdiendo el contacto con la realidad y se fue hundiendo en un pozo de palabras del cual no podía salir.  Dejaba al marido solo en el lecho matrimonial porque a la media noche se le iba el sueño y procedía descalza a leer en voz alta en la cocina, la despensa y hasta en la lavandería.  Después seleccionaba las palabras y las colgaba de las ventanas, las paredes, las puertas y hasta de los focos. Cuando finalmente admitieron que algo estaba mal, ya no hubo marcha atrás.