Punto Final.
Siete años para escribir mi novelita de romance.
Cincuenta y dos mil palabras y siete revisiones. Como un buen vino, se
ha añejado en las bodegas de mi disco duro.
Ayer puse el punto final y estoy lista para darle alas y dejarla volar
por el mundo virtual de la red. No es la
obra maestra de Shakespeare, ni Alejandro Dumas, pero es mía. Y eso la hace
sumamente especial.
Quiero dejar pasmada aquí la satisfacción que siento. Pero ese punto final
está temblando. Cree que voy a venir y
lo voy a cambiar. Porque cada vez que
releemos nuestra obra, se nos ocurre un nuevo nudo, una nueva acción, una nueva
escena que le inyecte energía. Y no es posible continuar así. Jamás podré dedicarme por completo al
siguiente proyecto, si no doy por terminado el anterior.
"Y vivieron felices para
siempre". Ya está, punto final.
De paso quiero comentar algo muy cómico.
Releyendo la obra de teatro, Pigmalión de George Bernard Shaw, encuentro
que su epílogo es simpatiquísimo. Elisa
no se casa ni con Higgins, ni con el coronel, sino con Freddy, quien resulta
ser un bueno para nada. Abren la
florería con la que Elisa tanto soñó y esta quiebra en poco tiempo ya que a sus
dueños les hace falta bastante astucia y pericia para los negocios. Así pues
ese famoso "Y vivieron felices para siempre", no sirve en la vida
real. Si tomo en cuenta que me ha tomado
siete años escribir mi novela de Romance y decidirme a ponerle el punto final,
vemos que mis personajes principales ya tienen 36 y 39 años y bien podría suceder que Laura se deprimió después de tener al primer
bebé, que la compañía tuvo problemas económicos por un fraude que hicieron los
altos ejecutivos y ambos personajes se quedaron sin trabajo, o que rompieron
después de tres años de novios porque realmente no eran compatibles. Así pues
mi punto final, y mi idea de "Y vivieron felices para siempre", es
más un acto de voluntad propia que una obra totalmente terminada.
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