El Regreso…
Algo similar sucedió con el perrito guía que teníamos
bajo nuestro cuidado. Ya con anterioridad escribí acerca de él. Dasher estuvo con nosotros un año y tenía un
leve problema para controlar sus movimientos intestinales. Como perro guía en
entrenamiento, era absolutamente necesario que pudiera caminar ‘limpiamente’.
Esto es, no hacer popo. Como no pudimos
cambiar esa conducta, hace once meses lo regresamos a la escuela para que ellos
encontraran a alguien con más experiencia que pudiera ayudar a que el perrito tuviera
éxito y fuese aceptado en entrenamiento avanzado.
No sabemos si fue algo fisiológico o emocional, el
caso es que Dasher nunca aprendió a controlarse en las caminatas y quedó
descalificado para ser perro guía. La semana pasada recibimos una llamada y nos
preguntaron si estábamos interesados en adoptarlo formalmente, como mascota.
Es un compromiso a largo plazo, y si se tratase de
cualquier otro animalito, probablemente hubiéramos dicho que NO. Sin embargo estamos
hablando de Dasher, un perrito a quien educamos desde los dos meses y a quien
queremos con todo el alma. Aceptamos y ¡fuimos elegidos!
El jueves pasado firmamos papeles de adopción, pagamos
la cuota necesaria de $1 y Dasher regresó a casa.
¿Se puede aplicar esta analogía a los hijos que están
lejos y un tanto distanciados de sus padres?