Veinte Años de la Rosa de los
Vientos en Ripoll
Todo viajero tiene
su propia agenda y lo que bien emociona a uno quizá no sea tan interesante para
el otro. En esta entrada quiero compartir una experiencia que para nosotros fue
única y guardaremos en un lugar muy especial entre los recuerdos de nuestro reciente
viaje a Cataluña. Cuando mi esposo y yo viajamos, es muy importante para
nosotros convivir con la gente, aprender de ellos y saber más de sus costumbres
y de los lugares donde viven.
Llovía cuando
llegamos a Ripoll. Era la única noche
del viaje que no teníamos previamente reservada y sin saber en dónde pasar la
noche, fuimos a la oficina de turismo para pedir recomendaciones. Ripoll cuenta con menos de 11,000 habitantes y es la
capital de la comarca del Ripollés, situada en la confluencia de los ríos Ter y
de su afluente Freser. Atrae turismo por su gran monasterio, mercado regional y
muchísimas fiestas locales. El fin de
semana de nuestra visita, celebraban la Fiesta Mayor de Sant Eudald, patrón del pueblo.
Nos recomendaron un
modesto hotel del otro lado del río y mientras nos registrábamos me llamó la
atención un poster con una fotografía panorámica de la ciudad. “Yo quiero una foto como esa,” le dije al
recepcionista. “Ah,” me respondió. “Esta
foto se tomó desde la montaña y si ustedes desean, pueden unirse a una caminata
que los llevará hasta arriba.” Me entregó un papel anaranjado con todas las
actividades de la Fiesta Mayor y leí:
Dissabte 14,
Caminada en commemoració dels 20
anys de la Rosa dels Vents.
Sortida: 9 h aparcamt d’Ordina
Organitza: Club Excursionista Ripoll
Me volví a mi marido
y le dije, “Si no está lloviendo mañana, nos unimos a esta caminata.” En otras ocasiones me he puesto terca de que
tenemos que hacer lo que está agendado, como la ocasión en que visitamos San
Francisco, California y tenía planeado ir a una montaña en medio de la ciudad
desde donde se pueden admirar vistas de 360°.
Una gruesa bruma cubría la bahía y la visibilidad era casi nula, pero yo
insistí en ir. Apenas podíamos ver objetos a 10 metros de distancia, y por
supuesto las vistas espectaculares no se lograron ese día (ver foto adjunta) pero
eso no nos privó de divertirnos. La corriente de aire era tan fuerte que nos
pusimos a jugar a tratar de caernos al suelo y ¡el viento nos sostenía a 45º,
60º o casi 75º! Pero bueno, disculpen mi desvarío. Este paréntesis se hizo para dar a entender
que si llovía al día siguiente, no iríamos a la caminata.
Amaneció un poco
nublado. Optimista que soy, imaginé que
las nubes se disiparían conforme subiera el sol. Llegamos al estacionamiento donde se
reunirían los excursionistas. Una docena
de personas, todas mayores de cuarenta años conversaban en un círculo. “Buen día”, saludé a todos y a nadie en
particular. “Buen día”, respondieron ellos y siguieron hablando en Catalán.
“Nos dijeron que la
caminata es abierta al público”, expliqué nuestra presencia. “Así es.” Me
respondió una señora de cabello largo y sonrisa afable. Luego dijo algo que no
entendí. “No hablo Catalán.” Me diculpé.
“¿Pero lo entendés?”, me pregunto ella. “No, tampoco. Soy Mexicana y mi esposo
Americano.” Al saber eso nos saludaron
cálidamente e hicieron el esfuerzo de dirigirse a nosotros en español.
Fue una caminata
inolvidable. La camaradería entre ellos
es palpable. El grupo ha existido más de cincuenta años y este grupo en
particular tiene más de veinte años participando juntos. No recuerdo nombres
exactos, pero sí los gestos de amabilidad, el interés por saber un poco más
acerca de nosotros y la gentileza y alegría con que nos guiaron por el sendero
tantas veces recorrido por ellos y totalmente nuevo para nosotros.
“Todo esto era mi
campo de juegos cuando era un chaval,” nos contó un señor de porte elegante y
anteojos que dijo tener setenta y cinco años.
Otro caballero nos enseñó un manantial
donde se puede beber y otro más señalaba las ruinas de diferentes ermitas.
Caminamos dos horas y media hasta llegar a una torre repetidora en la cima de
la montaña. Ya no se utiliza, pero como
dijeron ellos, cuesta más desmantelarla que dejarla allí. Fuimos bajando por la ladera hasta llegar a
un claro desde donde se podían ver todas las montañas en el horizonte. Sobre una plataforma circular descansa una
rosa de los vientos y el perfil de todas las montañas visibles en el horizonte,
una verdadera obra artesanal. El día
había despejado y pudimos disfrutar totalmente del paisaje. Se encontraron allí con un señor que venía con
su esposa e hija. Se dirigió al grupo en
Catalán y dio un breve discurso para conmemorar los veinte años de la
instalación de la Rosa de los vientos.
Dos de los miembros fueron quienes idearon, diseñaron y ejecutaron el
proyecto en 1996 bajo el patrocinio del Club Excursionista Ripoll. Nos tomamos la foto del recuerdo y bajamos
hasta el estacionamiento. Nos despedimos
de nuestros nuevos amigos deseándoles mucho éxito en todas sus excursiones y
agradeciéndoles de corazón su gentileza y hospitalidad. Fue para nosotros una
gran excursión y ha plasmado en nuestra memoria un recuerdo maravilloso.
Mayo 14, 2016
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Caminata Conmemorativa del vigésimo aniversario de La
Rosa de los Vientos en Ripoll
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