Thursday, January 15, 2015

Reflejos

REFLEJOS

 

Un amanecer en Mustang Island, observamos esta pequeña ave.  ¿Será cómo el flamenco o las garzas escondiendo la patita por naturaleza?  Picoteando la arena mojada se desplazaba dando saltitos con la única patita visible y tras unos instantes nos dimos cuenta que no la tenía flexionada sino que le faltaba.

He tratado de equilibrarme sobre una pierna y no logro hacerlo por más de veinte segundos.  Dicen que la práctica hace al maestro; me imagino que este pájaro había practicado por mucho tiempo, porque no oscilaba, ni se mecía, ni perdía el equilibrio.  Tenía el mismo aplomo que cualquiera de sus compañeritos bípedos.

En esta vida siempre hay motivos para cojear.  Nos quitan de repente esa extremidad que era un punto de apoyo central en nuestro existir: la pérdida de la salud, del trabajo, problemas familiares, sueños no alcanzados, son muchas las razones y es muy fácil caer en la conmiseración. 

Por eso hoy escribo acerca de mi deseo de emular al pajarito de la playa.  Sí. Me falta una patita, pero no por eso no voy a dejar de contar mis bendiciones.  Miren qué bonito se ve el reflejo sobre la arena.  Así también nosotros, podemos reflejar nuestras ganas de vivir y salir adelante.

¡Feliz Enero! Sobre todo para aquel que me visita por aquí y sigue exhortándome a escribir.

3 comments :

Anonymous said...

He presenciado escenas semejantes en el patio de mi propia casa.

El estornino, uno de esos pájaros negros, de cola alargada, ojos amarillos encendidos y plumaje negro brillante con acentos tornasolados de púrpura, verde metálico y azul, llegó un día a inspeccionar mis esfuerzos de jardinería. Su graznido agudo y penetrante finalizaba con un estertor ronco que obligaba a pensar que quizás no se sentía a gusto con lo que veía a su derredor.

Al mirarlo más detalladamente, me di cuenta de que le faltaba poco más de la mitad inferior de una de sus patas. Era extraño porque el animal compensaba con una leve inclinación de su cuerpo sobre la pata completa, no obstante, de vez en cuando utilizaba el muñón remanente para apoyarse sobre alguna superficie dura. Supongo lo hacía para descansar y así aliviar el constante peso de su cuerpo sobre la única pata completa.

Imaginé varias escenas en las cuales intentaba justificar la pérdida de su miembro: Quizás tuvo una leve trifulca con un gato casero que de un zarpazo la desprendió al intentar llevarse un bocado de su comida; talvez se enredó y la cercenó con algún alambre tirado, o bien pudo haber sido otro de esos eventos extraños que suelen ocurrir entre aves de pico largo y filudo. En todo caso, lo califiqué de veterano sobreviviente de alguna reyerta del Mundo Animal.

Inmediatamente pensé que si pudiera atraparlo, con mucho gusto le hubiera fabricado una prótesis consistente en alambre de aluminio —que hasta la fecha tengo guardado en un cajón separado de las herramientas— del peso y rigidez correctas, y precisamente con el grosor idéntico de la pata faltante de nuestro amigo emplumado. Imaginé una copa alargada y acolchada levemente para encajar firmemente el muñón por un extremo, mientras el opuesto quedaba levemente afilado como punta de lápiz para que tuviera tracción en diversas superficies al mismo tiempo que apoyo para volver a sentir el equilibrio en su cuerpo.

Lamentablemente me era imposible atraparlo, pero aún así, me conformé con verlo llegar casi todos los días y darse gusto en el comedero lleno de alpiste que le tenía preparado a él y sus congéneres. No demostraba incomodidad ni dolor, así pues que me resigné al hecho de que la naturaleza se encarga de cuidar a sus criaturas.

Comulgo contigo en tu analogía de la cojera. Supongo que en ciertas etapas de nuestra vida, se presentará uno que otro contratiempo que pudiéramos calificar como tal, pero es preferible cojear que no caminar. Lo digo con cierta autoridad, porque mi padre durante la guerra en Europa, perdió una pierna justamente arriba de la rodilla y por el resto de su vida caminó con muletas.

Ahora que lo pienso nuevamente, veo al pájaro cojo y a mi padre en la misma imagen que cobra visos surrealistas.

André

Lula Rules said...

GUAU - Te echaste un 10

Santiago Daydi-Tolson said...

Cojos somos todos. Lo que preocupa es pensar en el viejo dicho popular de que "no hay cojo bueno".